martes, 18 de julio de 2017

¿De qué son responsables los padres?







La Vanguardia, miércoles 12/07/2017

Padres y educadores se conjuran contra el consumo de alcohol de menores



En un acto celebrado en Madrid por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD), los presidentes de la Confederación Española de Asociaciones de Padres (Ceapa) de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y padres de Alumnos (Concapa), reconocen que los adultos “hemos fallado y somos cómplices del daño a la salud de nuestros jóvenes, por lo que es necesario un cambio de rumbo. No hemos sido conscientes de que es un fracaso social de todos, especialmente de las familias, que somos los principales responsables de lo que está sucediendo, tanto por nuestras acciones como por nuestras omisiones, y por no haber sabido asumir esa responsabilidad”


¿De qué son responsables los padres?

José R. Ubieto


Educar nunca fue fácil. Ya Kant se refirió a esa tarea como “imposible” por la ausencia de un manual de uso al depender siempre de dos factores imprevisibles: el deseo de quien educa y el consentimiento del educando. Y además ahora está el mercado quien, al modo de una opa hostil, ofrece formas de goce y ocio alternativas, vía el consumo.


Por otra parte, la autoridad ya no es lo que era. Antes se sostenía en la creencia –sin creer no se obedece- en el padre como garante último de la verdad. Ese declive se inició hace algunas décadas, como nos recordaba Lacan ya en 1936. En su lugar surge una pluralización de “soluciones” que van desde el retorno fundamentalista al padre más feroz, hasta el laissez faire más absoluto, donde impera el cinismo del goce: que cada uno se las apañe como pueda para satisfacerse.


Entre una y otra están la mayoría de madres y padres que se sienten huérfanos de las insignias perdidas, culpables por no estar a la altura de los ideales actuales de parentalidad positiva y desorientados e impotentes ante tanta diversidad de respuestas.


Pero pasemos a la buena noticia:

martes, 11 de julio de 2017

Los 'sintomas adolescentes' nos convocan





Empecemos por el principio: ¿a qué llamamos violencia? La pregunta, aunque parezca obvia, no es banal. Nosotros no somos sociólogos ni educadores ni tampoco juristas o policías. Por tanto nos conviene tener una definición operativa pero ajustada a nuestra disciplina y a nuestro objeto que no es otro que la subjetividad humana.

Y además se trata de un término coloquial, usado para designar muchos fenómenos y por tanto tiene sus riesgos como lo usemos. Sobre todo si lo acompañamos de un adjetivo como puede ser el “juvenil”. Violencia juvenil implica casi una naturalización el fenómeno, como si una palabra fuera naturalmente con la otra. Este efecto ha sido muy estudiado en criminologia.
¿La violencia de un conflicto como el de Siria o la de una banda mafiosa o la de un hombre que la ejerce contra su pareja son homogéneas entre sí? ¿Y si añadimos la que puede ejercer un joven con sus padres, con otros semejantes o contra el mobiliario urbano? ¿Nos ayuda ponerlas en serie, homogeneizarlas?

Seguramente no porque lo que ocurre entonces es que obviamos la significación que toma ese fenómeno para cada uno y el carácter de impasse que tiene en una situación y en otra. Ponerlos a todos en el mismo saco criminaliza y segrega a los adolescentes y además pierde de vista que hay respuestas decididas, que obedecen a una voluntad clara, y otras que son falsas salidas temporales como ocurre en la mayoría de los actos violentos que realizan los jóvenes.

Para nosotros la violencia es un síntoma que nos habla de un fracaso. Un síntoma, decía Freud, es la constatación del fracaso de un ideal. Es la prueba evidente de que algo de la

jueves, 29 de junio de 2017

Adolescentes: las pantallas y el cuerpo*





Las prácticas de grupo son una de las maneras clásicas de evitar afrontar en soledad la metamorfosis de la pubertad. Ese cuerpo del Otro, inaccesible, puede encontrar allí una encarnación. El inventario de esas prácticas es largo. A las clásicas de la pandilla, los grupos lúdicos, las bandas violentas se suman hoy las performances públicas (botellón, Pokemon go, flashmob), los nuevos lazos sociales promovidos por el fanatismo (yihadismo), las comunidades de afectados por un rasgo de goce (LGTBI, TDAH, ...) y por supuesto las comunidades virtuales.

Sabemos que el catalogo de las pulsiones está cerrado pero su lectura, a partir de la actualidad de los semblantes, nos obliga a renovar su abordaje en la clínica. La realidad digital plantea así algunas novedades que inciden en el goce del ser hablante, constituyéndose como un nuevo soporte pulsional.

Por una parte, como destaca Miller, esta nueva realidad plantea una diversidad infinita de posibilidades, lo que abre a la realización fantasmática y al tiempo puede producir una cierta procastinación por la dificultad del sujeto para concluir.

martes, 20 de junio de 2017

La era del “naming”



La biopolítica, en su pasión por curar (y controlar) a la población en nombre del bien común y del cálculo de lo mejor (1), no cesa de producir falsos nombres para el sujeto. Nombres porque designan algo muy real, algo que habla de cómo cada uno se vincula al otro a través del cuerpo, una satisfacción en esa manera de agitarse, de despistarse o de desvanecerse. Nombran el modo de goce del ser hablante. Pero a la vez falsos porque su ser no se reduce a esa categoría cerrada. La operación de la biopolítica implica etiquetar ese goce que se sitúa en el cuerpo como sustancia gozante, e identificarlo mediante el naming.

¿Quién no tiene hoy un trastorno al que agarrarse para nombrar su malestar particular? El DSM V nos proporciona un amplio abanico de posibilidades. Una vez convenientemente etiquetado, se trata de inyectar la máxima significación para que la vida del sujeto se resignifique a partir de ese dato (hiperactividad, bipolaridad, autismo). Junto a ese sentido nuevo se proporciona también una pauta de actuación, protocolo rígido de monitorizaje, que puede ir acompañado de medicación o de psicoeducación (autoayuda, coaching, mindfulness, aprendizaje socioemocional) o de ambas a la vez.

Estas comunidades de goce tienen una utilidad evidente

martes, 13 de junio de 2017

La dificultad de ser adolescente (Entrevista "A vivir.." Cadena Ser

 
 
 

La dificultad de ser adolescente (Audio)



SÁBADO, 10 de junio de 2017

Charlamos con José Ramón Ubieto, psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y profesor de la UOC sobre Bullying, suicidios, ritos de paso, desamparo digital, el Otro digital ...con Javier del Pino y José Martí-Gómez.

jueves, 8 de junio de 2017

¿A quién beneficia la impunidad de los menores de edad?







La Vanguardia, jueves 8 de junio de 2017


La comisión de delitos por parte de los menores de edad ha tenido diversos tratamientos a lo largo de la historia. De modelos punitivos, a veces extremos y de un gran sadismo, hemos pasado a una idea de reparación del daño a la víctima y a la propia sociedad. Una idea de justicia restaurativa que ayude al joven que ha cometido el delito y que, al tiempo, alivie el dolor de la víctima.

Eso tiene todo su sentido si pensamos que hay que diferenciar claramente entre el acto y el actor. Una acción violenta, sea una pelea en la calle, una escena de acoso escolar o una agresión a los padres son condenables siempre por lo que tienen de exceso y desborde. Sobre ese acto no puede haber tolerancia ya que su intención agresiva no persigue otra cosa que manifestar el odio puro de la pulsión de muerte.

Otra cosa, y especialmente tratándose de adolescentes y jóvenes, es la respuesta a dar al actor de esa violencia. Conviene diferenciarlos de los adultos, que pueden haber concluido ya en el uso instrumental y decidido de la violencia como patrón de relación al otro. Para algunos de ellos la delincuencia, el tráfico, el maltrato a la pareja o el desprecio por el semejante constituyen ya su modus vivendi y no están dispuestos a renunciar al beneficio que eso les procura. Es su elección y por tanto la respuesta debe apuntar

jueves, 1 de junio de 2017

Ser padres, ser hijos. Prólogo de José Ramón Ubieto




 



Prólogo de José Ramón Ubieto

Freud decía, refiriéndose a los adolescentes, que se encuentran en un túnel donde tienen que cavar dos salidas simultáneamente. Por un lado la que les llevará a asumir sus responsabilidades como adultos (estudios, familia, trabajo) y por otro la que los constituirá como sujetos con una identidad sexual asumida. Es decir, la que les llevará a hacerse cargo de su nuevo cuerpo púber, muy distinto del infantil.

Los padres y os adultos, en general, estamos muy pendientes de la primera salida y les recordamos sus deberes como adultos futuros. No es seguro que pensemos en su segunda obligación, por la que nosotros mismos pasamos y que habitualmente se presenta como un imperativo más exigente, para ellos, que el que nosotros les planteamos.

De ahí que en ese pasaje, a veces oscuro y estrecho, encuentren falsas salidas que los atrapan en un bucle por más o menos tiempo. Una de ellas es la que los ata a un objeto del que se convierten en devotos, sea un tóxico (drogas) o una pantalla (móvil, videoconsola, ordenador). Otra es la que los frena en sus objetivos y los inhibe en sus aprendizajes (fracaso escolar) o en sus decisiones. Y la última, y seguramente la más espectacular