Prólogo de José Ramón Ubieto
Freud decía,
refiriéndose a los adolescentes, que se encuentran en un túnel donde tienen que
cavar dos salidas simultáneamente. Por un lado la que les llevará a asumir sus
responsabilidades como adultos (estudios, familia, trabajo) y por otro la que
los constituirá como sujetos con una identidad sexual asumida. Es decir, la que
les llevará a hacerse cargo de su nuevo cuerpo púber, muy distinto del
infantil.
Los padres y os
adultos, en general, estamos muy pendientes de la primera salida y les
recordamos sus deberes como adultos futuros. No es seguro que pensemos en su
segunda obligación, por la que nosotros mismos pasamos y que habitualmente se
presenta como un imperativo más exigente, para ellos, que el que nosotros les
planteamos.
De ahí que en ese
pasaje, a veces oscuro y estrecho, encuentren falsas salidas que los atrapan en
un bucle por más o menos tiempo. Una de ellas es la que los ata a un objeto del
que se convierten en devotos, sea un tóxico (drogas) o una pantalla (móvil,
videoconsola, ordenador). Otra es la que los frena en sus objetivos y los
inhibe en sus aprendizajes (fracaso escolar) o en sus decisiones. Y la última,
y seguramente la más espectacular