sábado, 22 de abril de 2017

Hacer el duelo mediante la escritura





La Vanguardia, 21 de abril de 2017



La muerte forma parte de la vida. Tanto es así que sin ella, la vida no tendría sentido. Es el final lo que resignifica todo lo anterior. De allí que las necrológicas sean siempre un balance de lo logrado y también de lo errado o dejado pendiente.

Sin embargo, cuando la muerte llega antes de lo previsto aparece como algo sin sentido. Un accidente, un atentado, una catástrofe o simplemente una enfermedad, precoz para la edad, son finales bruscos para los que nunca estamos preparados, aunque algunos podamos anticiparlos (procesos patológicos terminales).

Solo nos queda hacer el duelo por eso que ya no está. Por la persona querida que hemos perdido pero, sobre todo, por lo que nosotros éramos para ella y que ya nunca volveremos a ser. Ese es el verdadero duelo que nos cuesta hacer. Si hasta entonces, en vida del fallecido, éramos su apoyo, su confidente, su alumno preferido, su pareja fiel o su hija siempre atenta, ahora se nos abre un vacío en el que ya nos somos eso para él o para ella.

Tenemos que ir poco a poco tejiendo una historia que de algún sentido a lo sucedido y que nos permita poner, en su lugar, otra cosa u otra persona. Una manera de tejer esa historia es escribir, poner palabras y sonidos a ese vacío silencioso. Muchos escritores han optado por hacer el duelo a través de una obra que, en ocasiones, ha pasado a ser una joya literaria.

Miguel Hernández lo hizo en su “Elegía”, recordando a su amigo Ramón Sijé

martes, 11 de abril de 2017

Psicología de las masas en la era digital y post-patriarcal (y V): En busca de la identidad perdida








 

En busca de la identidad perdida

La Vanguardia. Dossier Culturas. Sábado 25 de febrero de 2017


Tenemos pues un nuevo par, un binomio que ya no pasa por el Ideal-sujeto sino por el sujeto y sus objetos de satisfacción. De allí que la incidencia del liderazgo, y de la masa sustentada en él, haya cambiado radicalmente. Ya no construimos nuestra identidad a partir de esos significantes que nos representaban colectivamente en base a ideales religiosos, culturales o políticos. Cada vez nos presentamos menos en sociedad como comunistas, católicos o melómanos. Más bien nos inclinamos por otras etiquetas “más actuales”: hiperactivos, bipolares, hipsters, LGTBI. Nuestras referencias colectivas se apoyan más en el modo de satisfacción, un rasgo compartido con otros y relativo a nuestra sexualidad, manejo del cuerpo o expresión emocional.

Ahora la palabra clave, el significante amo que nos gobierna, no es otro que el goce mismo, la manera en que nos satisfacemos y eso hace que esa identidad, con la que cubrimos el vacío propio del ser humano, entre en crisis más fácilmente. La identidad, en realidad, resulta ser lo más frágil de un sujeto, si la consideramos en su sentido consciente, es decir, aquello que uno dice ser o cree ser.

Por ello recurrimos a todas las fórmulas existentes y nos agarramos a aquellas definiciones prèt-à-porter para obtener ese lugar que todos queremos. Incluso aunque esa definición sea negativa y aparezca como un trastorno padecido (TDAH, Trastorno Bipolar, Autismo). Las clasificaciones médicas, lo que Foucault teorizó como la biopolítica, procura a no pocos sujetos

jueves, 6 de abril de 2017

La influencia de las nuevas tecnologías en el acoso escolar


martes, 28 de marzo de 2017

Psicología de las masas en la era digital y post-patriarcal (IV): El odio como lazo social







El odio como lazo social

Un tercer fenómeno, el odio que empuja a terroristas y grupos racistas, nos permite captar otra vertiente de la nueva psicología de las masas en una era ya post-patriarcal. La figura del lobo solitario, en los casos de terrorismo, o del asesino en las matanzas urbanas recientes, no nos debe hacer olvidar que, aunque solos en su acto, se reclaman siempre como pertenecientes a una comunidad más amplia con la que guardan relaciones muy diversas, desde militantes hasta simples simpatizantes.

Esa comunidad tampoco tiene un líder o un ideal a partir del que orientarse. Sabemos que muchos de ellos desconocen la base ideológica (nazismo, islam) en la que supuestamente se sustentan sus actos criminales. Esas vagas referencias les sirven más bien de envoltorio de la causa verdadera, el odio profundo hacia el otro, que vela así el odio a sí mismos, factor que Freud identificó como el principio de exclusión del sujeto mismo. Todos tenemos cosas que no nos gustan de nosotros mismos, afectos y sentimientos que nos resultan insoportables y que por ello expulsamos afuera e imputamos al otro como culpable, para exorcizar así nuestros demonios internos.

Ese padre, que guiaba los pasos con mayor o menos firmeza, parece ausente de estas biografías. No lo encontramos en

martes, 21 de marzo de 2017

¿Es un destino inevitable? Sobre los llamados Trastornos de Conducta








La Vanguardia, sábado 18 de marzo de 2017


“Joan, de 28 años, se tiró hace diez días a las vías del metro. Lo hizo dos horas después de abandonar el servicio de urgencias de un hospital de Barcelona. Fue allí a pedir ayuda, pero al parecer no la encontró. Entonces decidió suicidarse. Ahora se recupera de las graves heridas (le quedarán serias secuelas que limitarán su movilidad) en el hospital Clínic de Barcelona. Es la cuarta vez que Joan ( nombre supuesto) intenta quitarse la vida. Este es el último capítulo de una historia ­ –con un final que la familia de este joven ya auguró hace un año en una carta enviada a La Vanguardia– de la que se empezó escribir las primeras líneas cuando Joan tenía 12 años.”. Javier Ricou

La historia de Joan es, sin duda, una historia dramática y muy dolorosa. Para él y para sus padres, que se sienten impotentes para ayudarle. Coincide con otros muchos casos que vemos en nuestra práctica. Hay recursos públicos, pero es verdad que son insuficientes y a veces no idóneos.

Pero esa no sería la única clave del destino de estos adolescentes. Sus malestares, expresados en forma de actos, ya nos hablan de una dificultad para elaborarlos mentalmente. Su vivencia de la vida es de una gran extrañeza y no les permite entender sus propias razones para actuar así.

Su dolor toma una forma emotiva y pasional. No encuentran términos medios

miércoles, 15 de marzo de 2017

Psicología de las masas en la era digital y post-patriarcal (III)Una nueva topología de la violencia: la realidad estallada






Si la realidad aumentada es el sueño, que la tecnología digital nos procura, la realidad estallada es el despertar a lo real de nuestra existencia. Otro escenario donde la realidad, más que aumentar, parece estallar de rabia, indignación u odio. La crisis, desencadenada por la burbuja inmobiliaria y continuada por la precariedad sociolaboral, ha generado muchos movimientos de indignación, desde las primaveras árabes hasta el Occupy Wall Street pasando por los indignados del 15M o de Brasil. El uso de las redes sociales es aquí también clave.

Estas nuevas multitudes, diversas en su composición y contexto cultural, tienen sin embargo algunos rasgos comunes. Ya no se orientan a partir de un líder ni de un ideal común preciso y claro. Estos movimientos, como señalaba recientemente el psicoanalista francés Eric Laurent, se desarrollan en dos tiempos. Primero está el grito de indignación y rabia, un llamado que cada uno hace, a partir de una pérdida (de casa, de trabajo o incluso de patria), sin otra reivindicación inicial que pedir un lugar para él en un mundo que parece volverse loco y cada vez más excluyente. Son los nuevos desahuciados que se resisten a ese destino de marginados.


martes, 7 de marzo de 2017

Psicología de las masas en la era digital y post-patriarcal (II). Pokémon Go: atrapar la realidad huidiza







La Vanguardia. Dossier Culturas. Sábado 25 de febrero de 2017


Reflexionemos en primer lugar sobre la llamada realidad aumentada, término que se usa para definir la visión de un entorno físico del mundo real, cuyos elementos se combinan con elementos virtuales para la creación de una realidad mixta en tiempo real.

En los pocos meses que el juego Pokemon Go lleva en circulación, amenaza con desbancar en tiempo de uso y/o usuarios  a apps muy populares como Tinder, Whatsapp, Twitter o el mismo Facebook. ¿Qué tienen en común sus usuarios para definirse como comunidad de jugadores? No parece que compartan ideales de ningún tipo, ni siquiera segmento de edad ni género o raza. Lo que destaca es cierta compulsión que los empuja, a veces con riesgo para su vida en algunos casos extremos, a no dejar el juego hasta conseguir su objetivo de cazar los pokemones.

¿Sería esto una adicción? Seguramente no en el sentido más clásico, pero revela bien que hoy nuestra relación a los objetos de consumo (compras, drogas, comida, gadgets) es básicamente una relación adictiva, un vínculo de dependencia con ese objeto que nos procura alguna satisfacción y del que nunca parece que tengamos suficiente. Hasta que la magia se agota y lo sustituimos por otro, signo de nuestra realidad, cada vez más efímera y propia de un tiempo instantáneo e hiperactivo.

Pokémon Go ha sabido combinar algunas variables.....