jueves, 29 de septiembre de 2016
Notas sobre el acoso escolar. Una perspectiva psicoanalítica
Publicado en Virtualia, revista digital de la EOL, num 32. 2016
La idea de acción lacaniana, introducida por Jacques-Alain Miller, plantea como objetivo la incidencia de la orientación lacaniana en los ámbitos políticos y sociales a través de la política propia del psicoanálisis, que no es otra que la política del síntoma.
La frase de Lacan: "Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época" [1] alude a eso mismo. Como recordaba Miquel Bassols, se trata de una cuestión ética: "Allí donde está la subjetividad de la época, allí el analista debe advenir". [2]
Leer los síntomas contemporáneos a partir de estas indicaciones nos permite situar el estatuto de esos síntomas de otra manera que la propuesta por la psicosociología o el cientificismo al uso.
¿Qué nos enseña, pues, el psicoanálisis sobre el bullying, tomado como fenómeno social actual? Sin ánimo de exhaustividad quisiera plantear algunas tesis verificadas a través de una investigación entre varios publicada recientemente como Bullying. Una falsa salida para los adolescentes. [3]
Seguir leyendo: http://virtualia.eol.org.ar/032/template.asp?Malestar-en-la-civilizacion/Notas-sobre-el-acoso-escolar.html
miércoles, 21 de septiembre de 2016
Ciberbullying y whatsapp
La
Vanguardia. Tendencias, 21 de setiembre de 2016
El 80% de
los casos de acoso entre menores viene por el WhatsApp
El ciberbullying, parafraseando a Clausewitz, es la continuación del bullying por otros medios. Sin el acoso
presencial, el digital perdería fuelle y potencia. Hace falta verse las caras y
mirarse porque el acoso es siempre un cuerpo a cuerpo. De allí que el reciente
estudio de la Fundación Anar (http://www.anar.org/estudio-ciberbullying/)
destaque que éste se produce normalmente en el propio colegio, en la clase, en
los lavabos o en el patio. Si solo se tratase de la red, sin anclaje en lo
presencial, la distancia y el anonimato lo haría más inocuo.
Otro dato relevante es que el WhatsApp es la aplicación más utilizada para ello: más del 80%
de los casos de acoso se producen a través de esta app. Eso tiene su lógica
porque esta app funciona, en estos casos, en base a grupos de alumnos/as de la
clase. Es allí, en esa comunidad virtual, donde se produce el acoso. Ellos son
el público necesario para la escena que requiere de la “extraña pareja”
acosado-acosador, pero sobre todo del grupo de testigos que son el público que
jalea o calla, pero que asisten al espectáculo. Sin ellos el telón caería
rápido.
lunes, 19 de septiembre de 2016
Veranos adolescentes (IV). ¿Frikis o Popus?
El verano se acaba y la vuelta al Insti es percibida por ellos y ellas con cierta ambivalencia. La curiosidad por los rencuentros se mezcla con alguna inquietud por todo aquello que huele a incertidumbre. Los profes, los exámenes cuando lleguen, pero sobre todo los amigos y amigas. Las dudas sobre el papel que le espera a cada uno en ese nuevo curso.
El pánico hoy, para muchos adolescentes, es permanecer invisibles y marginados de la pandilla, virtual o presencial. Que nadie se fije en ellos, que queden situados en el bando de los frikis o pringaos, esos que nunca recibirían un like ni optarían jamás al título de popus y menos al de superpopus.
Para conjurar ese temor cada uno debe buscar sus alianzas, y en caso de
conflicto estar atento para no terminar siendo objeto de acoso o burla,
confundido en esa tribu de excluidos.
Esos temores están directamente
relacionados a la cohabitación que todos tienen que lograr con su nuevo cuerpo
púber. Si hasta entonces el cuerpo infantil funcionaba por defecto, ahora hay
que manipularlo para domesticar esos signos extraños que no para de enviar: temblores,
excitaciones, escalofríos, molestias y decepciones por sus formas y
volúmenes…Para hacerse con ese cuerpo hay que manipularlo con lo que se tiene a
mano: tatuajes, dieta, gimnasia, alcohol, porros, ropa, peinados.
A veces esas formulas fallan
lunes, 12 de septiembre de 2016
Veranos adolescentes (III). ¿Violentos o Agresivos?
La Vanguardia, 18/08/2016
Las noches de verano traen la música, y con ella las
fiestas y los momentos de desinhibición y transgresión de la rutina anual. En
todas las culturas el ritual de la fiesta incluía alguna manifestación de la
fuerza física, sea en forma de peleas o como demostración de potencia. La
tradicional fiesta del Palio de Siena, o muchos bailes en Valonia, terminan con
enfrentamientos rituales entre los participantes.
Agresividad y violencia se mezclan hasta el punto de
confundirse. La agresividad se presenta como una potencialidad del individuo
que, según las teorías, puede estar ligada a lo instintual/genético o al
entorno de aprendizaje del sujeto. La violencia, por el contrario, es un fenómeno social
que se manifiesta en acto y que se relaciona con un discurso que la articula y
la alimenta. Puede dirigirse a uno mismo, al otro o a los objetos.
El psicoanalista
Jacques Lacan inventó un concepto - común a ambos- más interesante, que es el
de “goce”. Designa el hecho de que nuestros cuerpos, habitados y marcados por
el lenguaje, no pueden dejar de satisfacerse y para ello están en pleno
funcionamiento constantemente.
Cuando no encontramos
cómo traducir en nuestra lengua las sensaciones corporales diversas que
experimentamos (tristeza, rabia, pánico, angustia, dolor) se produce la
violencia como un paso al acto bajo sus diferentes modalidades:
LEER ARTICULO COMPLETO: http://www.lavanguardia.com/vida/20160818/403990591413/veranos-adolescentes-el-divan-violencia-agresividad.html?utm_source=Twitter&utm_medium=Social
lunes, 5 de septiembre de 2016
Veranos adolescentes (II). Petas y botellón
“Cuando bebo me
salgo. Es como si no fuera yo, salto, rio, cuento chistes. Tío, no me
reconozco” (Juan, 16 años). “La primera vez que fume un peta flipe, me puse a
reír y pensaba que estaba en otra ciudad, no sabía dónde pero era otro sitio
que no conocía” (Laia, 18 años)
Ser púber quiere
decir tener otro cuerpo, distinto al infantil. Un cuerpo nada silencioso, muy
ruidoso y muy exigente. Hay que manipularlo para domesticarlo: tunearlo,
vestirlo guay, muscularlo, adelgazarlo y por qué no intoxicarlo. Todo para
hacerlo suyo y evitar que se escape y haga signos raros. Evitar que les “ralle”
cuando va por libre.
Ese cuerpo es otro
porque ellos mismos habitan también un nuevo territorio desconocido y que
tienen que explorar. Como les ocurre a Juan o Laia, y tantos otros y otras,
beber o fumar es un modo de iniciarse en el mundo adulto.
Exploran ese nuevo
hábitat al modo de los ritos tradicionales, aunque las formas cambien.
Primero
hay que separarse del mundo infantil del que vienen: cambiar los objetos y
juguetes de niño por los que los adultos usan (alcohol, drogas varias, moto) y
apartar a un lado a los padres (habitación cerrada, intimidad en sus
comunicaciones) para creerse que ya no los necesitan.
Luego hay que
exponerse a las pruebas, que siempre implican riesgos, para verificar la
potencia, saber si darán la talla o no: viajes solos, conductas de riesgo,
consumos, peleas o transgresiones.
Finalmente,
superado el desafío, obtienen su nueva identidad adulta: sexual y social.
Erasmus, trabajo, pareja son algunos signos de esa nueva etapa.
Lo nuevo es que hoy
el ideal social implica demostrar que uno va a tope, que goza al máximo porque
su cuerpo funciona como si fuera una máquina en todos los ámbitos: sexo,
fiesta, trabajo, deporte.
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