domingo, 9 de junio de 2013

El horror a lo femenino




LA VANGUARDIA, Tendencias. Domingo, 9 de junio de 2013


Freud habló de un horror básico a la mujer fundado, para el hombre, en su diferencia, que la hace “incomprensible, misteriosamente ajena y por eso hostil”. Hoy podemos hablar mejor de lo femenino, como aquello que es radicalmente otro, diferente, para hombres y también para las mujeres.

Lo femenino se opone al tener, a lo programado, a lo fálico como única solución. En su lugar propone el ser, la sorpresa y el no-todo fálico. Cada época ha buscado fórmulas para tratar lo femenino: desde el amor cortés hasta el patriarcado, pasando por la quema de brujas, personajes que encarnaban bien ese horror a lo femenino.

Las prostitutas son otra de las figuras de ese horror. Antitéticas de la madre, fiel e incondicional, ellas se presentan infieles y con condiciones de entrega. La injuria clásica “hijo de puta” muestra, sin embargo, que en el inconsciente madre y puta son dos caras de la misma moneda.

Una de las condiciones de amor que apuntó Freud es la disociación que el hombre hace entre ese amor materno idealizado y la degradación de la mujer-objeto. Algunos sujetos, parece ser el caso del falso shaolin, llevan esa disociación al extremo del acto mortal. Las razones específicas varían: historias infantiles de humillación, reales o percibidas, “certezas” de una misión que deben realizar. La lista de asesinos de prostitutas es larga, sólo en España entre 2010 y 2012, nos recordaba hace unos días en estas páginas Miquel Molina, ha habido veinte asesinadas.

En cada asesino cohabitan su lado amable, ligado a ideales religiosos o militares, con voluntad redentora, y el reverso de su sadismo (torturas, violaciones). Encarnizados en mujeres que, para ellos, representan mejor que nadie ese goce que escapa a su control. Es por ello que el feminicidio incluye atarlas, torturarlas, descuartizarlas y exterminarlas para eliminar cualquier signo vivo de ese goce femenino que les horroriza.

Los casos de violencia de género nos muestran también cómo el insulto “puta” es habitual para señalar aquello de la mujer que es percibido por el maltratador como fuera de su control –y por ello insoportable: salidas a la calle, miradas ajenas, pensamientos propios, llamadas desconocidas.

A ellos les queda la satisfacción que encuentran en el acto y el objeto fetiche (cabello, ropa, trozos del cuerpo mutilado) que guardan siempre como un trofeo de caza.