jueves, 13 de diciembre de 2012

Los hombres ya no son lo que eran



La Vanguardia, Cultura. 4 de diciembre de 2012



Y el mundo de nuestro siglo XXI tampoco. El anuncio del psicoanalista Jacques Lacan (1938) del declive de la imagen social del padre fue ratificado veinte años más tarde por Alexander Kojève en sus reflexiones sobre los enigmas de la masculinidad. Inspirado por las entonces exitosas novelas de Françoise Sagan (Buenos días tristeza y Una cierta mirada) intuyó que la uniformización de los sexos, de influencia norteamericana, llevaría incluso a la desaparición de lo masculino, tal como lo habíamos conocido hasta entonces.

Fue Marco Ferreri quien filmó mejor que nadie esa pérdida de los atributos fálicos en su “Adiós al macho” encarnándolo en un joven e imponente Depardieu, atribulado por la pujanza de lo femenino. Como ven, la historia viene de lejos.

La tesis de Lacan plantea una relación estrecha entre los dos declives: el paterno y el  masculino. El hombre, desprovisto de los atributos patriarcales, pierde también su virilidad. Es por ello que las nuevas masculinidades ponen el acento en recuperarla a partir de la solución del ”buen padre”. Aquel que redefine su masculinidad a partir de la llamada parentalidad positiva, una nueva manera de ejercer el rol de padre tomando en cuenta los afectos como guía de actuación y el respeto y complicidad con la pareja. Se ofrece como antídoto a la guerra de los sexos.

Esta crisis afecta especialmente a los varones de 35-45 años que se encuentran algo alejados del vigor juvenil, y un tanto agobiados en sus performances como padres y esposos o amantes ocasionales. Su testimonio es inequívoco, a veces se sienten inhibidos frente al otro sexo por ese nuevo papel más protagonista de la mujer, que algunos perciben como un quedar relegados. ¿Cómo responder a esa interpelación de la pareja que les conmina a hablar de lo que no funciona, ellos que huyen de las preguntas “trampa” que siempre terminan en un impasse?

Otros se quejan de su infantilización al percibir su “inutilidad” en las nuevas tareas domesticas o de cuidado parental y el reproche de la mujer que los trata como un hijo más. Muchos sienten la irritación de este cambio y tras la respuesta inicial de perplejidad, puede surgir otra agresiva o de ruptura.

Ellas también tienen sus laberintos y algunas, al promover su independencia, no evitan encontrarse con paradojas como el volverse más dependientes de sus hijos a cargo.
Los retazos de virilidad que destila la trilogía Cincuenta sombras de Grey quizás no sean ajenos a este declive. Ellos, en cambio, prefieren la soledad del cibersexo.