domingo, 11 de noviembre de 2012

Sujetos desahuciados



La Vanguardia  |  Portada, 10 Noviembre 2012

¿Qué sentimientos desata la pérdida de la casa?
José Ramón Ubieto. Psicólogo clínico y Psicoanalista

El suicidio de Amaia Egaña, tras dejar abierta la puerta de su casa a la comisión judicial que iba a proceder al desahucio, nos confronta de nuevo con el ejercicio de una violencia, legal pero inhumana.

La pérdida de la casa va mucho más allá de la pérdida de un bien material. Los acontecimientos del socavón del barrio de El Carmel nos enseñaron muchas cosas sobre la significación de ese hecho para las personas a las que atendimos en ese momento.

La casa tiene una función de protección y ha sido tradicionalmente un elemento de subsistencia frente a las amenazas externas. Por otra parte proporciona un sentimiento de identidad y pertenencia social. La casa es el domus del clan,  referencia simbólica de las generaciones y del linaje.

Además la casa es, en la realidad psíquica de cada persona, una proyección de su cuerpo y de su intimidad, aspecto más moderno y menos presente en la antigüedad  donde la intimidad no era un valor puesto que el “yo” no existía como tal. Es por ello que los robos y la desaparición de objetos personales comportan un sufrimiento añadido y la sensación, muchas veces, de haberse sentido violados en su intimidad.

La pérdida de la casa, cuando se produce como resultado de un imperativo (desahucio, ruina, catástrofe) comporta un sentimiento de desamparo, de indefensión y una angustia por el futuro que a veces puede provocar actos extremos como el suicidio.

Cada nuevo episodio nos recuerda que quebrar los mecanismos de solidaridad colectiva, los pilares del estado del bienestar (salud, educación, vivienda y trabajo digno) no es sin un precio alto. Saltar al vacío empieza a ser la única salida para muchos sujetos que sienten que han sido dejados caer por aquellos que deberían protegerles.